(primera mitad, fotos para el relato)
Jueves, 11 de agosto. Oban – Calgary Bay (63 km)
Primer dia en la isla de Mull: Tobermory y destilería
David y yo nos levantamos a las 07:00. Salimos a pasear a Mateo. Pasamos ante el supermercado del camping. Ya hay gente esperando a que abran.
Entro. Estoy interesada en una revista de autocaravanas, para ver cómo tratan el tema. Elijo una (Motorcaravan Motorhome Monthly), que en portada propone escapadas a rincones tranquilos de Escocia: islas y castillos aislados. Entre los cuales las islas Uist, precisamente uno de nuestros destinos. También quiero echar un vistazo a las distribuciones de autocaravanas que se llevan por aquí. Las que veo por la carretera me gustan, se ven bastantes autos con salones muy grandes y luminosos.
Desayunamos.
Usamos el área de vaciado y llenado de aguas del camping, muy cómoda. Satisface el tener todo repostado y listo para las próximas jornadas, a priori creo que las facilidades no van a ser tan abundantes en las islas.
Y abandonamos el camping, a las 10:11. Estamos a 13,9ºC y el cuentakilómetros marca 96.683 km.
Hoy empiezan las vacaciones propiamente dichas. Han finalizado las etapas de aproximación.
Visitaremos nuestra primera isla, degustaremos nuestras primeras ales, comeremos nuestro primer Fish and chips, y las niñas deberán prescindir del televisor, ya que las distancias serán cortas y su pasatiempo tiene que consistir en mirar por la ventana. Tendremos días sin mucho programa, con una única actividad diaria. Con algunas pernoctas seleccionadas. Y circularemos por nuestras primeras carreteras de un solo carril, provistas de Passing places.
No llevamos ordenador a bordo. No hay facebook, juegos en línea, foros, correo...Sólo estamos nosotros, alguna revista, juegos de cartas y poco más.
Por fin ha dejado de llover¡ El pasiaje está precioso y tranquilo, en calma. Aunque gris.
Nos dirigimos a Oban. Por los alrededores hay una enorme cantidad de Bed & Breakfasts. Todos al completo, con el cartel de “No vacancy”.
Aparcamos en un aparcamiento “Pay & Display” céntrico. Antes de dirigirnos al puerto, David, Mateo y yo nos acercamos a una entidad bancaria, necesitamos sacar dinero en efectivo de algún cajero automático.
Tomaremos el ferry con destino a la primera de las islas de nuestro periplo: La isla de Mull.
La elegí por ser la segunda mayor de las Hébridas interiores, después de la cercana (y mucho más concurrida) isla de Skye.
Junto con Skye (a la que algunos ya no consideran isla, desde que un puente la une a tierra firme) son las dos únicas islas con Munro. Los Munro’s son montañas escocesas de más de 3.000 pies de altura (914 metros). Sir Hugh Munro elaboró el primer inventario de ellas, y es práctica habitual entre los montañeros intentar coronar cuantos más Munro’s de la lista, mejor (actividad conocida como munro bagging). Nada menos que 283.
La isla de Mull tiene su Munro particular: El Ben More.
Ello la hace especialmente lluviosa. Las montañas interceptan las nubes húmedas del Atlántico, que descargan sobre la isla.
Pero (como leí en una de las guías) se pueden vivir momentos mágicos debido al contraste de luz que provoca el sol cuando es perseguido por la lluvia.
En Mull hay espectaculares playas de arena blanca, y también acantilados y formaciones basálticas. En el rutómetro inicial incluí algunas de ellas, como el árbol fosilizado, o los arcos de Carsaig. Descritas magistralmente en la valiosa página http://www.walkhighlands.co.uk/ .
La capital de la isla, Tobermory, es una población muy pintoresca (probablemente una de las más bellas de las Hébridas), con una hilera de casas pintadas de brillantes colores, frente al mar. Hay una destilería de whisky todavía en funcionamiento. Es posible visitarla.
Desde Mull se pueden realizar excursiones a las islas cercanas.
Elegí Staffa, una maravilla basáltica.
E Iona, por ser cuna del cristianismo en Escocia, con una abadía fundada por San Columba, exiliado de Irlanda, y probablemente el lugar donde se redactó el famoso libro de Kells. David se interesó por Iona en cuanto vio fotos de la abadía.
Otra de las razones que hizo interesarme por la isla de Mull fue lo bien que hablan de ella “nickandchris” en la página de “Virtual tourist”. Comentan que es el lugar más bello que han visitado en Escocia. Durante su estancia en la isla, se dedicaron a contemplar el paisaje, pernoctando en preciosas playas de arenas blancas y lagos tranquilos y solitarios, pescando y paseando en barca. Sin visitar atracciones turísticas. Estuvieron ocho días y les supo a poco. Y detallan los lugares de esas pernoctas, que por supuesto anoté en nuestro rutómetro.
Por lo tanto, Mull pinta como un lugar tranquilo, variado, interesante y poco concurrido (la mayoría de turistas sólo pasan un día en la isla). Justo lo que buscamos.
Entramos en el puerto de Oban.
Pasamos junto a una cabina (situada del lado de la ventanilla derecha, en nuestro caso la del copiloto, claro!). El empleado de Calmac nos dice que nuestra matrícula consta en su lista. No obstante, alguno de nosotros debe pasar por la oficina de Calmac para recoger los billetes.
Así lo hago. Me entregan una larga ristra-acordeón con los billetes, uno para la autocaravana y otro por persona, para cada uno de los trayectos a realizar, que son cuatro. Es decir, 20 billetes más un resguardo.
Compré los billetes con antelación, ya que puede haber problemas de disponibilidad en temporada alta.
De nuevo, tensa espera previa al embarque. Nos tomamos las pastillas contra el mareo (la travesía es corta y no habrían sido necesarias), y entregamos los 5 billetes correspondientes a este trayecto.
Mientras esperamos, saco a Mateo a dar un pequeño paseo. Mateo siempre es motivo de conversación. Se nos aproxima una señora jubilada que ha tenido perros (ya no) y los adora. Solían viajar en autocaravana con su marido. Ahora siguen viajando mucho, pero en coche. No quiere más obligaciones, la vida tiene etapas. Se deshace en caricias para con Mateo. Estamos un buen rato charlando.
Hasta que el ferry amarra, bajan los coches de su interior, y las filas empiezan a moverse.
Aparcamos en la bodega. Delante nuestro hay una pequeña autocaravana Romahome montada sobre chasis Citroën Berlingo. En ella viajan una señora sola y su perro. Pese a que en teoría así es, le pregunto si los perros pueden subir a cubierta (al ver que ella deja al suyo en el vehículo). Me responde afirmativamente, aunque prefiere no hacerlo. En cubierta hay zonas restringidas a los perros, y ello le impediría ir a por una bebida, por ejemplo. Claro que nosotros, siendo cuatro, nos podríamos turnar.
Por esta vez decidimos dejar a Mateo en la autocaravana, es un viaje corto y no sabemos exactamente qué zonas del barco se reservan a los perros.
Nos instalamos en una cubierta exterior, y vemos cómo nos vamos alejando de Oban. A lo lejos se divisa el camping donde hemos pasado noche.
En poco rato toca bajar de nuevo a la bodega. No sin antes oír los avisos por megafonía, recomendando prudencia en las carreteras, que en Mull son de un solo carril. Excepto un pequeño tramo. El que une el puerto con la capital.
Jueves, 11 de agosto. Oban – Calgary Bay (63 km)
Primer dia en la isla de Mull: Tobermory y destilería
David y yo nos levantamos a las 07:00. Salimos a pasear a Mateo. Pasamos ante el supermercado del camping. Ya hay gente esperando a que abran.
Entro. Estoy interesada en una revista de autocaravanas, para ver cómo tratan el tema. Elijo una (Motorcaravan Motorhome Monthly), que en portada propone escapadas a rincones tranquilos de Escocia: islas y castillos aislados. Entre los cuales las islas Uist, precisamente uno de nuestros destinos. También quiero echar un vistazo a las distribuciones de autocaravanas que se llevan por aquí. Las que veo por la carretera me gustan, se ven bastantes autos con salones muy grandes y luminosos.
Desayunamos.
Usamos el área de vaciado y llenado de aguas del camping, muy cómoda. Satisface el tener todo repostado y listo para las próximas jornadas, a priori creo que las facilidades no van a ser tan abundantes en las islas.
Y abandonamos el camping, a las 10:11. Estamos a 13,9ºC y el cuentakilómetros marca 96.683 km.
Hoy empiezan las vacaciones propiamente dichas. Han finalizado las etapas de aproximación.
Visitaremos nuestra primera isla, degustaremos nuestras primeras ales, comeremos nuestro primer Fish and chips, y las niñas deberán prescindir del televisor, ya que las distancias serán cortas y su pasatiempo tiene que consistir en mirar por la ventana. Tendremos días sin mucho programa, con una única actividad diaria. Con algunas pernoctas seleccionadas. Y circularemos por nuestras primeras carreteras de un solo carril, provistas de Passing places.
No llevamos ordenador a bordo. No hay facebook, juegos en línea, foros, correo...Sólo estamos nosotros, alguna revista, juegos de cartas y poco más.
Por fin ha dejado de llover¡ El pasiaje está precioso y tranquilo, en calma. Aunque gris.
Nos dirigimos a Oban. Por los alrededores hay una enorme cantidad de Bed & Breakfasts. Todos al completo, con el cartel de “No vacancy”.
Aparcamos en un aparcamiento “Pay & Display” céntrico. Antes de dirigirnos al puerto, David, Mateo y yo nos acercamos a una entidad bancaria, necesitamos sacar dinero en efectivo de algún cajero automático.
Tomaremos el ferry con destino a la primera de las islas de nuestro periplo: La isla de Mull.
La elegí por ser la segunda mayor de las Hébridas interiores, después de la cercana (y mucho más concurrida) isla de Skye.
Junto con Skye (a la que algunos ya no consideran isla, desde que un puente la une a tierra firme) son las dos únicas islas con Munro. Los Munro’s son montañas escocesas de más de 3.000 pies de altura (914 metros). Sir Hugh Munro elaboró el primer inventario de ellas, y es práctica habitual entre los montañeros intentar coronar cuantos más Munro’s de la lista, mejor (actividad conocida como munro bagging). Nada menos que 283.
La isla de Mull tiene su Munro particular: El Ben More.
Ello la hace especialmente lluviosa. Las montañas interceptan las nubes húmedas del Atlántico, que descargan sobre la isla.
Pero (como leí en una de las guías) se pueden vivir momentos mágicos debido al contraste de luz que provoca el sol cuando es perseguido por la lluvia.
En Mull hay espectaculares playas de arena blanca, y también acantilados y formaciones basálticas. En el rutómetro inicial incluí algunas de ellas, como el árbol fosilizado, o los arcos de Carsaig. Descritas magistralmente en la valiosa página http://www.walkhighlands.co.uk/ .
La capital de la isla, Tobermory, es una población muy pintoresca (probablemente una de las más bellas de las Hébridas), con una hilera de casas pintadas de brillantes colores, frente al mar. Hay una destilería de whisky todavía en funcionamiento. Es posible visitarla.
Desde Mull se pueden realizar excursiones a las islas cercanas.
Elegí Staffa, una maravilla basáltica.
E Iona, por ser cuna del cristianismo en Escocia, con una abadía fundada por San Columba, exiliado de Irlanda, y probablemente el lugar donde se redactó el famoso libro de Kells. David se interesó por Iona en cuanto vio fotos de la abadía.
Otra de las razones que hizo interesarme por la isla de Mull fue lo bien que hablan de ella “nickandchris” en la página de “Virtual tourist”. Comentan que es el lugar más bello que han visitado en Escocia. Durante su estancia en la isla, se dedicaron a contemplar el paisaje, pernoctando en preciosas playas de arenas blancas y lagos tranquilos y solitarios, pescando y paseando en barca. Sin visitar atracciones turísticas. Estuvieron ocho días y les supo a poco. Y detallan los lugares de esas pernoctas, que por supuesto anoté en nuestro rutómetro.
Por lo tanto, Mull pinta como un lugar tranquilo, variado, interesante y poco concurrido (la mayoría de turistas sólo pasan un día en la isla). Justo lo que buscamos.
Entramos en el puerto de Oban.
Pasamos junto a una cabina (situada del lado de la ventanilla derecha, en nuestro caso la del copiloto, claro!). El empleado de Calmac nos dice que nuestra matrícula consta en su lista. No obstante, alguno de nosotros debe pasar por la oficina de Calmac para recoger los billetes.
Así lo hago. Me entregan una larga ristra-acordeón con los billetes, uno para la autocaravana y otro por persona, para cada uno de los trayectos a realizar, que son cuatro. Es decir, 20 billetes más un resguardo.
Compré los billetes con antelación, ya que puede haber problemas de disponibilidad en temporada alta.
De nuevo, tensa espera previa al embarque. Nos tomamos las pastillas contra el mareo (la travesía es corta y no habrían sido necesarias), y entregamos los 5 billetes correspondientes a este trayecto.
Mientras esperamos, saco a Mateo a dar un pequeño paseo. Mateo siempre es motivo de conversación. Se nos aproxima una señora jubilada que ha tenido perros (ya no) y los adora. Solían viajar en autocaravana con su marido. Ahora siguen viajando mucho, pero en coche. No quiere más obligaciones, la vida tiene etapas. Se deshace en caricias para con Mateo. Estamos un buen rato charlando.
Hasta que el ferry amarra, bajan los coches de su interior, y las filas empiezan a moverse.
Aparcamos en la bodega. Delante nuestro hay una pequeña autocaravana Romahome montada sobre chasis Citroën Berlingo. En ella viajan una señora sola y su perro. Pese a que en teoría así es, le pregunto si los perros pueden subir a cubierta (al ver que ella deja al suyo en el vehículo). Me responde afirmativamente, aunque prefiere no hacerlo. En cubierta hay zonas restringidas a los perros, y ello le impediría ir a por una bebida, por ejemplo. Claro que nosotros, siendo cuatro, nos podríamos turnar.
Por esta vez decidimos dejar a Mateo en la autocaravana, es un viaje corto y no sabemos exactamente qué zonas del barco se reservan a los perros.
Nos instalamos en una cubierta exterior, y vemos cómo nos vamos alejando de Oban. A lo lejos se divisa el camping donde hemos pasado noche.
En poco rato toca bajar de nuevo a la bodega. No sin antes oír los avisos por megafonía, recomendando prudencia en las carreteras, que en Mull son de un solo carril. Excepto un pequeño tramo. El que une el puerto con la capital.
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