La calzada de los gigantes (II)
CONTINUACION
A la vuelta, desembarcamos en Iona y dejamos marchar nuestro barco. Son las 15:00 y nuestra intención es pasar la tarde en esta isla, para volver a Fionnphort en ferry.
Antes de nada, compramos un poco de pan y nos preparamos unos bocatas. Los comemos tranquilamente en las ruinas del convento, bajo un rico sol. A petición de los niños, finalizamos el almuerzo con unos helados. Después, nos dirigimos hacia la famosa Abadía de Iona.
Sin embargo, mi hijo decide no entrar y tira por el camino, como solo él sabe hacerlo. Cambio de planes. Antes de la visita, toca un paseo. Poco más allá de la abadía, vemos un cartel que anuncia la subida al Dun I. Ignoro cuántos Dun hay, pero nosotros subimos por el sendero hasta esta modesta cima. No deja de ser un montículo, pero es una de las mayores alturas de Iona y ofrece bonitas vistas. Desde aquí se ven la abadía, algunas playas de Iona, una buena parte del sur de Mull y también, muy claramente, la isla de Staffa.
Para cuando bajamos, ya han cerrado la taquilla de la abadía de Iona. Entramos al jardín, donde unas enormes cruces celtas nos sirven para sacar unas bonitas fotos. En esas estamos, cuando vemos entrar y salir gente de la abadía. Probamos y nos encontramos que está abierta. El sacerdote está concretando los detalles de alguna ceremonia con varias parejas y aún hay algunos turistas finalizando su visita. Así es que aprovechamos para echar un rápido vistazo en la iglesia y el claustro. Algo es algo. No nos vamos sin echar un ojo a uno de los puntos históricos de este país. No en vano, se supone que fue aquí donde se inició la expansión del cristianismo por Escocia.
Finalizada nuestra visita espress, cogemos el ferry de vuelta a Fionnphort y retrocedemos por la A849, con intención de pernoctar en loch Buie. Circulamos hacia el este con el sol a nuestra espalda. Las vistas sobre el loch Scridain son espectaculares. Azul, blanco, verde y amarillo. ¡Qué derroche de colores! Avanzamos muy despacio, con continuas paradas para sacar fotos. Una de ellas luce hoy en la portada de mi álbum digital de estas vacaciones.
En un momento dado, mi pequeña copiloto lanza un alarido y sale disparada hacia atrás, al grito de ¡para! ¡para!
Sorprendido, detengo la AC como puedo y miro a mi alrededor para descubrir qué ha pasado. Sin decir nada más, mi hija sale del habitáculo, corriendo hacia el loch, cámara en ristre. Cuando vuelve, su emoción casi no le deja explicarse. ¡Ha visto una nutria! Iba distraída, mirando por la ventana, y la ha visto claramente. Tumbada al sol sobre una roca cercana a la orilla, incluso se ha vuelto a mirarnos, antes de desaparecer en el agua.
No me cabe la menor duda de que, efectivamente, lo que ha visto mi hija es una nutria. Lleva buena parte del viaje mirando todas las fotos de nutrias que nos hemos ido encontrando, las vio a lo lejos en Kylerhea y lleva en el salpicadero la postal de una nutria. Con razón, no cabe en sí de gozo. No volverá a ver otra, pero se pasará los próximos días oteando los lochs en busca de más.
Cuando dejamos atrás el loch Scridain, la A849 empieza a subir y pasa por el bonito Glen More. Otra gozada. En buena parte de él, los marrones amarillentos sustituyen al omnipresente verde. Vemos algún buen lugar para pasar la noche. Uno de ellos, con vistas sobre un par de pequeños lagos. Pero continuamos con nuestro propósito de llegar a loch Buie.
Sin embargo, cuando llegamos al cruce, nos encontramos con una limitación de anchura que marca 8´00”. ¡Uff! ¿Y cuánto es eso? Paro allí mismo y busco en la guías y demás documentación que llevamos encima. Acabo descifrando que eso significa 8 pies y 0 pulgadas, y que su equivalencia son más o menos 2,40 m. Mi AC tiene 2,30 m, luego me quedarían 10 cm de margen.
Por este año ya llevamos suficientes emociones. Así es que decidimos cambiar de planes y no aventurarnos. Tras un rápido vistazo al mapa, vemos que no estamos lejos de un castillo y decidimos probar suerte.
Antes de llegar, empieza a llover. Parece una tormenta de verano, pero también puede ser el cambio de tiempo que estaba anunciado.
Unos kilómetros más adelante, llegamos al cruce del Duart castle y nos metemos por una carretera estrecha y con pocos passing places. Afortunadamente, ahora no hay tráfico. La visión del castillo desde la carretera de acceso, entre la cortina de lluvia, tiene algo de fantasmagórica. Pero al llegar al parking escampa un poco y disfrutamos de un agradable anochecer. Además, y aunque no veníamos muy convencidos, el parking está libre de prohibiciones. Así es que aquí nos quedamos. En la punta sudeste de la isla de Mull, bajo el castillo y de frente al canal que separa Mull de la gran isla.
Cuando se pone el sol, la oscuridad es casi absoluta. Solo alguna ventana iluminada del castillo y las lejanas luces del otro lado del canal rompen esa oscuridad. Bueno, y las luces de los ferries que, esporádicamente, van pasando frente a nosotros desde o camino a Oban.
Como colofón a un día tan memorable, nuestra hija recibe un regalo muy especial. Después de lo de esta tarde, no creemos que haya un mejor momento para darle el peluche de nutria comprado en Inverewe Garden. Sus gritos de alegría se habrán oído desde el castillo. Hoy dormirá con un nuevo amigo en su abarrotada cama. Amigo al que, en honor a esta isla, bautiza con el nombre de Mully.
Gastos día:
- Gasoil: 34,49 € (30 £ a 1,54 £/l, sin cálculo del consumo por no llenar el depósito)
- Excursión a Staffa e Iona: 80,48 € (70 £)
- Ferry de vuelta de Iona a Fionnphort: 7,76 € (6,75 £)
- Varios Iona: 11,88 € (10,33 £)
Total gastos día: 134,61 €
Total parcial: 3933,86 €
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A la vuelta, desembarcamos en Iona y dejamos marchar nuestro barco. Son las 15:00 y nuestra intención es pasar la tarde en esta isla, para volver a Fionnphort en ferry.
Antes de nada, compramos un poco de pan y nos preparamos unos bocatas. Los comemos tranquilamente en las ruinas del convento, bajo un rico sol. A petición de los niños, finalizamos el almuerzo con unos helados. Después, nos dirigimos hacia la famosa Abadía de Iona.
Sin embargo, mi hijo decide no entrar y tira por el camino, como solo él sabe hacerlo. Cambio de planes. Antes de la visita, toca un paseo. Poco más allá de la abadía, vemos un cartel que anuncia la subida al Dun I. Ignoro cuántos Dun hay, pero nosotros subimos por el sendero hasta esta modesta cima. No deja de ser un montículo, pero es una de las mayores alturas de Iona y ofrece bonitas vistas. Desde aquí se ven la abadía, algunas playas de Iona, una buena parte del sur de Mull y también, muy claramente, la isla de Staffa.
Para cuando bajamos, ya han cerrado la taquilla de la abadía de Iona. Entramos al jardín, donde unas enormes cruces celtas nos sirven para sacar unas bonitas fotos. En esas estamos, cuando vemos entrar y salir gente de la abadía. Probamos y nos encontramos que está abierta. El sacerdote está concretando los detalles de alguna ceremonia con varias parejas y aún hay algunos turistas finalizando su visita. Así es que aprovechamos para echar un rápido vistazo en la iglesia y el claustro. Algo es algo. No nos vamos sin echar un ojo a uno de los puntos históricos de este país. No en vano, se supone que fue aquí donde se inició la expansión del cristianismo por Escocia.
Finalizada nuestra visita espress, cogemos el ferry de vuelta a Fionnphort y retrocedemos por la A849, con intención de pernoctar en loch Buie. Circulamos hacia el este con el sol a nuestra espalda. Las vistas sobre el loch Scridain son espectaculares. Azul, blanco, verde y amarillo. ¡Qué derroche de colores! Avanzamos muy despacio, con continuas paradas para sacar fotos. Una de ellas luce hoy en la portada de mi álbum digital de estas vacaciones.
En un momento dado, mi pequeña copiloto lanza un alarido y sale disparada hacia atrás, al grito de ¡para! ¡para!
Sorprendido, detengo la AC como puedo y miro a mi alrededor para descubrir qué ha pasado. Sin decir nada más, mi hija sale del habitáculo, corriendo hacia el loch, cámara en ristre. Cuando vuelve, su emoción casi no le deja explicarse. ¡Ha visto una nutria! Iba distraída, mirando por la ventana, y la ha visto claramente. Tumbada al sol sobre una roca cercana a la orilla, incluso se ha vuelto a mirarnos, antes de desaparecer en el agua.
No me cabe la menor duda de que, efectivamente, lo que ha visto mi hija es una nutria. Lleva buena parte del viaje mirando todas las fotos de nutrias que nos hemos ido encontrando, las vio a lo lejos en Kylerhea y lleva en el salpicadero la postal de una nutria. Con razón, no cabe en sí de gozo. No volverá a ver otra, pero se pasará los próximos días oteando los lochs en busca de más.
Cuando dejamos atrás el loch Scridain, la A849 empieza a subir y pasa por el bonito Glen More. Otra gozada. En buena parte de él, los marrones amarillentos sustituyen al omnipresente verde. Vemos algún buen lugar para pasar la noche. Uno de ellos, con vistas sobre un par de pequeños lagos. Pero continuamos con nuestro propósito de llegar a loch Buie.
Sin embargo, cuando llegamos al cruce, nos encontramos con una limitación de anchura que marca 8´00”. ¡Uff! ¿Y cuánto es eso? Paro allí mismo y busco en la guías y demás documentación que llevamos encima. Acabo descifrando que eso significa 8 pies y 0 pulgadas, y que su equivalencia son más o menos 2,40 m. Mi AC tiene 2,30 m, luego me quedarían 10 cm de margen.
Por este año ya llevamos suficientes emociones. Así es que decidimos cambiar de planes y no aventurarnos. Tras un rápido vistazo al mapa, vemos que no estamos lejos de un castillo y decidimos probar suerte.
Antes de llegar, empieza a llover. Parece una tormenta de verano, pero también puede ser el cambio de tiempo que estaba anunciado.
Unos kilómetros más adelante, llegamos al cruce del Duart castle y nos metemos por una carretera estrecha y con pocos passing places. Afortunadamente, ahora no hay tráfico. La visión del castillo desde la carretera de acceso, entre la cortina de lluvia, tiene algo de fantasmagórica. Pero al llegar al parking escampa un poco y disfrutamos de un agradable anochecer. Además, y aunque no veníamos muy convencidos, el parking está libre de prohibiciones. Así es que aquí nos quedamos. En la punta sudeste de la isla de Mull, bajo el castillo y de frente al canal que separa Mull de la gran isla.
Cuando se pone el sol, la oscuridad es casi absoluta. Solo alguna ventana iluminada del castillo y las lejanas luces del otro lado del canal rompen esa oscuridad. Bueno, y las luces de los ferries que, esporádicamente, van pasando frente a nosotros desde o camino a Oban.
Como colofón a un día tan memorable, nuestra hija recibe un regalo muy especial. Después de lo de esta tarde, no creemos que haya un mejor momento para darle el peluche de nutria comprado en Inverewe Garden. Sus gritos de alegría se habrán oído desde el castillo. Hoy dormirá con un nuevo amigo en su abarrotada cama. Amigo al que, en honor a esta isla, bautiza con el nombre de Mully.
Gastos día:
- Gasoil: 34,49 € (30 £ a 1,54 £/l, sin cálculo del consumo por no llenar el depósito)
- Excursión a Staffa e Iona: 80,48 € (70 £)
- Ferry de vuelta de Iona a Fionnphort: 7,76 € (6,75 £)
- Varios Iona: 11,88 € (10,33 £)
Total gastos día: 134,61 €
Total parcial: 3933,86 €
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